Opinión

“30 DE OCTUBRE DE 1983: EL RETORNO DEMOCRÁTICO DE LA MANO DE ALFONSÍN” Por Ángel Rozas Ex gobernador del Chaco (1995-2003)

Resulta imborrable el  recuerdo emocionado de las multitudes de todo el país que ganaron las calles para celebrar el triunfo de la formula Alfonsín- Martínez de la Unión Cívica Radical, que se impuso con el 51,75 % de los votos interpretando los nuevos anhelos de la sociedad.

Es claro que esa evocación siempre es también un convite de reflexión y reencuentro tal vez con lo mejor que los argentinos recibieron  de la política. Nos permitió, de la mano y verbo de Raúl Alfonsín, reencontrarnos todos con nosotros mismos por la recuperación de la soberanía popular en el ejercicio del sufragio, la elección libre de nuestros gobernantes, la reinstauración del Estado de Derecho y la construcción de una Republica Democrática.

Por ello, el 30 de Octubre de 1983 es siempre un llamado del deber cívico por la tarea a cumplir  para defender los valores republicanos, porque está claro que la transición del autoritarismo a la democracia, y la reconstrucción institucional del país, están lejos de haberse agotado.

Con los comicios  de 1983 Raúl Alfonsín abrió un nuevo ciclo de libertad, con coraje y convicción, en medio de múltiples presiones, con plena coherencia en sus ideas y un fuerte compromiso con los derechos humanos. Pero a la vez nos enseñó a los argentinos que era posible construir  un país unido y tener un futuro,  en “aquellos días en que nos unimos con voluntad de ser una Nación”.

Quiero rescatar que Raúl Alfonsín tuvo siempre en perspectiva un nuevo diseño de sociedad y la convicción de promover cambios en la cultura cívica, con un espíritu sabiamente moderno, capaz de alzar la mirada hacia tiempos más largos.

Para ello dio impulso a la participación popular como un movimiento destinado a agrandar  los espacios de libertad y de relación humana. Promovió una ética de la solidaridad para eliminar en la sociedad los componentes de intolerancia, de egoísmo y de ineptitud para el dialogo y el compromiso.

Nos propuso también un concepto integral de modernización del país en un marco de equidad social y a partir de una matriz cultural que respondiera a determinados valores, ampliar la capacidad expansiva de nuestro desarrollo y lograr una correcta inserción en el mundo.  Así nos dejó trazados los principios de la democracia participativa, de la ética de la solidaridad y de la modernización del país, que la sociedad aún nos demanda  como asignaturas pendientes.

Raúl Alfonsín sentía a la política como una tarea donde se debate lo esencial, como una actividad central para toda sociedad que aspire a realizarse. Nos enseñó que sin política no hay Nación, pero que también la política debe organizar la sociedad de manera que cada uno de sus miembros pueda vivir con dignidad. Así supo liderar un radicalismo de principios, con una clara concepción progresista y popular.

Hoy quiero destacar también que Alfonsín nunca quiso resignar la concepción de la Nación Argentina como una sociedad abierta, que supo incorporar la cultura del trabajo, del espíritu emprendedor, de la fe en la razón y la Justicia.  Tuvo siempre la convicción que para recuperar la unidad social argentina no cabe imaginar otro camino, ni otra manera de entendernos entre los argentinos y con el resto del mundo, sino a partir de una conducta respetuosa de la ley, que nos haga creíbles, responsables y logre renacer la confianza, como atributos esenciales para la vida en sociedad.

Por todo ello, al recordar aquellos días del regreso de la democracia y recrear el legado de Raúl Alfonsín, podemos sentir que es posible volver a ponernos de pie y renace la esperanza del reencuentro de un país con lo mejor de su historia”.