Bernardi busca que su obra invite a la reflexión y a la reinterpretación. “Yo creo que uno arma una historia, pero invito a la gente a que después la reinterprete y se abandone a verla”, explica. “En estos tiempos, no nos detenemos a contemplar. El sistema social nos obliga a ir a diez mil, pero es importante detenerse, aunque sea un ratito, para contemplar, para abandonarnos a un momento de ocio que no necesariamente tiene que ser productivo”.
Nos cuenta sobre su experiencia reciente con jóvenes ciegos que tocaron su obra en la bienal del impenetrable. “Me parece alucinante. Trabajo a diario con personas que tienen dificultades, porque trabajo con enfermos mentales. Ellos me enseñan mucho y en ese intercambio vamos armando cosas. Ellos se toman el tiempo para contemplar en lo sensorial, tocando, porque no tienen que responder a nadie. Tienen una cosa a flor de piel que me encanta, porque no está domesticada, a diferencia de lo que la sociedad hace con nosotros”.
Bernardi, oriundo de Monte Caseros, Corrientes, habla con nostalgia de su tierra. “Nací en Monte Caseros, un pueblito en el límite sobre el río Uruguay. Es un lugar al que vuelvo regularmente. Más allá de que están mis hermanas, mis sobrinos y mis cuñados, es una parte esencial de mi vida”.
Su formación en arquitectura en Resistencia lo llevó a incursionar en Bellas Artes, lo que finalmente lo absorbió por completo. “Volver al Chaco para entregar una obra es una devolución. La Bienal fue donde recibí mis primeras herramientas, y se me escapaban lágrimas al volver porque sentía que estaba devolviendo algo”.
Los colaboradores jóvenes de las escuelas técnicas también han dejado una impresión duradera en él. “Me encanta compartir con ellos. Tienen una claridad técnica y filosófica sorprendente. Darles un espacio de respeto, donde sus opiniones tienen peso, es crucial. Me voy muy reconfortado de esta experiencia”.
Finalmente, al preguntarle sobre el significado de dejar una obra en Castelli, Bernardi reflexiona: “Tiene que ver con este recorrido. La línea que trabajo simboliza un recorrido que empieza en un lugar y termina en otro, sumergiéndose y reapareciendo. Dejar mi obra aquí es como un regalo que me da la vida. Uno debe dar sin esperar que vuelva del mismo lugar, y estoy seguro de que, en algún punto de esa línea, lo que das te será devuelto, y probablemente en mayor medida”.
Con estas palabras, Bernardi nos deja con una sensación de misión cumplida y la certeza de que su arte y su filosofía seguirán impactando a quienes tengan el privilegio de contemplar sus obras.