Zitto estaba en su mejor momento, tenía 36 años, era un joven maduro y hacía apenas ocho meses había sido la “Consagración” del Cosquín 89. Se le abría un panorama sin límites, como etapa culminante de sus inicios con “Las Voces del Quebrachal”, sus intentos en Buenos Aires y México y la vuelta al Chaco, a fines de los ´80, donde musicalizó a autores como Miguel Hernández, José Pedroni y dio recitales, además de participar en festivales.
A más de tres décadas de un siniestro que tuvo ribetes tan dramáticos, que hace acordar a la muerte de Carlos Gardel y que, inscribió su nombre y su arte en la historia del canto popular chaqueño, canto que no ha perdido su vigencia, pero que lo tiene un tanto olvidado, como consecuencia de que hoy el folclore no está en las predilecciones juveniles y que Netflix y otras expresiones ocupan más el interés, que no es incentivado, ni por la escuela, ni por los medios.
La última mañana
Sin embargo, la memoria aún recuerda lo que pasó aquel día. “No se olviden. El domingo los espero en la Peña. No me fallen”. Así se despidió el 8 de septiembre de 1989, desde la puerta de adelante de la redacción de NORTE. El diario era un lugar que frecuentaba. Todos se consideraban sus amigos. A pesar de estar ya consagrado en Cosquín, venía con humildad a pedir que le publicáramos sus actuaciones.
Ese viernes, pasado el mediodía, había llegado apurado para avisar que la actuación del domingo cambiaba de lugar. En vez de hacerse en el Domo, por cuestiones del sonido, se trasladaba a la Peña Martín Fierro. “Fijáte lo que ya publicaron, hermanito, y cambiá sólo el lugar. Lo demás es todo igual. Estoy apurado —confesó—, tengo que irme a Corrientes desde donde salimos para Bella Vista a presentar el espectáculo”, agregaba.
El espectáculo del que hablaba era el de un numeroso grupo de artistas, casi todos correntinos, que se habían preparado para viajar y competir en el Festival Internacional de Folclore de Niza (Francia) con el apoyo de Turismo de la vecina provincia. Él integraba el grupo de solistas, sobre todo de temas chamameceros, junto con los intérpretes del momento de Corrientes, y había sido invitado especialmente. Pero había, además, recitadores, locutores, grupos de danzas y coreografía. Entre las bailarinas recordamos a la chaqueña Silvia Tissembaum, entre otras.
Contó Zitto que, una semana antes del viaje a Europa, que debía realizarse a principios de septiembre, el director de Turismo les anunció que el viaje no se hacía, sin dar mayores explicaciones. “Todos tenemos una bronca bárbara, porque nos preparamos para esto mucho tiempo. Y no pensamos perder tanto trabajo, así que empezamos a ofrecer el espectáculo y ya estamos armando una cartelera. El domingo pasado actuamos en el Vera y fuimos ovacionados por una sala llena”, decía.
Aunque contrariado por la suspensión, a Segovia se lo veía contento. “Esta noche estamos en Bella Vista, en el Club Juventud; mañana sábado en Formosa y el domingo en la Peña. Los chaqueños queremos que nos vean los nuestros”. ¡Quién iba a pensar que esos fueron sus últimos minutos en el diario, un lugar que consideraba su casa y donde todos éramos sus amigos!
Pasadas las 18.30, cuando todo empieza a terminar en la edición de cada día, en uno de tantos llamados, alguien, no recuerdo quien, dijo lacónicamente: “Tuvo un accidente en Bella Vista, el ómnibus en el que viajaban Zitto Segovia y los otros músicos y parece que se ahogaron todos”. La parálisis inicial fue superada por un pedido al telefonista para llamar a la comisaría correntina de ese lugar y el requerimiento al archivo de fotos del cantor y de algunos compañeros. Recién después el aviso a los compañeros y la caída en la cuenta de la tragedia. Una vez más el oficio había superado, sólo por unos minutos, al sentimiento.
En Bella Vista
Cerca de la medianoche, terminada la edición y entrando en impresión, viajamos al lugar de los hechos. Junto al reportero gráfico Roberto “Cacho” Beignier y teniendo como chofer al mismo gerente Mario Velozo, amigo de algunos de los músicos, casi en silencio recorrimos el camino hacia la Capital de la Naranja. Derecho hacia la estupenda costanera. Era una noche primaveral y de una temperatura agradable. A pesar de ser la madrugada, había grupos por todos lados, sobre todo en la avenida, comentando en voz baja lo sucedido. Apenas vimos la baranda rota por el impacto del colectivo y las aguas crecidas del Paraná, con remolinos por todos lados, tuvimos la dimensión de la tragedia y nos dimos cuenta que era imposible que hubiera sobrevivientes.
Hicimos el recorrido del ómnibus que se había estacionado frente a la FM de la localidad, adonde fueron sólo los músicos y cantores para promocionar el espectáculo. Estaba en lo alto de lo que sería la barranca. El camino asfaltado era sinuoso y bajaba hasta la costanera entre terrenos poblados de árboles, eucaliptus, sobre todo. Luego se supo que, para esquivar una camioneta estacionada, uno de los choferes hizo una mala maniobra que, sumada al desperfecto del compresor, provocó que el vehículo viajara alocado hacia abajo, entre los árboles, atropellando una palmera, a más 100 kilómetros por hora, rompiera la baranda de la costanera y cayera a las aguas.
Los cantores y músicos que habían ido a la radio, a promocionar el espectáculo, eran esperados en el Club Juventud, donde había quedado el resto de la delegación. Cuando llegamos nosotros, más de cinco horas después, pasada la una de la mañana, seguían todos en estado de shock, sin reaccionar y sin saber qué hacer. Ahí nos enteramos de que se habían salvado Carlos Miño, César González, Ricardo Scófano, Ricardo Tito Gómez y Cacho Espíndola y que habían quedado en el lecho del río Zitto, Johnny Behr, Daniel “Yacaré” Aguirre, Leónidas “Chango” Paniagua, Miguel Ángel Sheridan, su hermano Joaquín y los dos choferes del vehículo.
Serían las cuatro de la mañana cuando junto a Beignier y a Velozo regresamos al diario. Otra vez en silencio total, para encarar otro día de trabajo, en esta profesión que amamos tanto, pero que nos depara también estos días ingratos a los que hay que sobreponerse.
Los días posteriores
Lo crecido y revuelto del río impidió que los cuerpos de los ahogados se encontraran rápidamente y se vivió una angustiosa vigilia. Recién seis días después, el jueves 14, fueron rescatados tres de los ocho cuerpos, Chango Paniagua, Yacaré Aguirre y el chofer Toledo. El viernes 15, a una semana de los hechos, una multitud se manifestó en silencio en el puente General Belgrano, pidiendo por el hallazgo de los cinco cuerpos restantes. Fue emotivo el rezo del Padrenuestro y el arrojo de flores al agua. El sábado 16 los restos de Zitto aparecieron, fueron traídos a Resistencia, velados en el Domo del Centenario y sepultados el domingo 17 por la tarde, en medio del dolor de una multitud jamás vista en la capital chaqueña, que lo acompañó a pie desde ese lugar hasta el cementerio San Francisco Solano. El popular Nocaut González, inmortalizado por él y el poeta Miguel Ángel Vera Azar, acudió al velorio a darle su adiós. El lunes 18 apareció el cuerpo de Miguel Ángel Sheridan. Los restos de Johnny Behr nunca se encontraron. Con el paso de los días, creció la imagen del autor de “El Cristo de los Villeros”, ya convertido en el Gardel chaqueño.
*Periodista, exjefe de Redacción de diario Norte (Publicado en su cuenta de Facebook)