Investigadoras de Conicet de la estación Biológica San Cayetano, a pocos kilómetros de la ciudad de Corrientes, estudian a los monos carayás o aulladores como forma de detectar la presencia de enfermedades de origen viral en la región y, de esta manera, mejorar la prevención en la población de la zona.
Por su comportamiento y parecido con los seres humanos, los monos resultan carismáticos y divertidos. Y también son una “especie centinela” porque su sensibilidad a distintos virus puede advertir de posibles riesgos epidemiológicos.
Este es el tema que investiga la veterinaria Lucila Citón, junto a un equipo dirigido por Silvina Goenaga y Martín Kowalewski, del Conicet, en la estación Biológica San Cayetano, a pocos kilómetros de la ciudad de Corrientes.
El equipo estudia el impacto de la urbanización en el hábitat de los monos carayá en el nordeste Argentino y la posible aparición de virus zoonóticos (que se transmiten de animales a humanos).
Los monos carayá, también conocidos como monos aulladores, son la especie de primate más austral de América y solían habitar el monte chaqueño y la selva paranaense.
“En las últimas décadas, el avance de ciudades como Corrientes y Resistencia los fue desplazando y se habituaron a vivir en zonas urbanas”, comenta Citón a Télam-Confiar.
“Esto trae un sinnúmero de problemas, porque al no haber árboles, usan los cables para trasladarse y corren riesgo de electrocución. Además, son atacados por los perros o por personas que los lastiman o nos llaman para que los saquemos, cuando somos nosotros los que estamos invadiendo su lugar”, relata la veterinaria.
Actualmente, el mono carayá es considerado como una especie amenazada, en la categoría “vulnerable” (es decir, su número ha disminuido significativamente y la distribución de ejemplares se ha alterado).
“Al quitarle su lugar natural, los animales se adaptan al ambiente urbano, lo cual les genera una situación de estrés y sus defensas bajan. Esto los hace más susceptibles a los virus y es allí donde puede ocurrir el salto zoonótico. Eso pasa cuando hay un mayor contacto entre humanos y especies salvajes, como ocurrió con el coronavirus”, explica la veterinaria.
En particular, Citón y su equipo realizan una vigilancia epidemiológica estudiando “arbovirus” (virus transmitidos por vectores) potencialmente zoonóticos, como el de la fiebre amarilla y el dengue, que utilizan mosquitos para su transmisión.
Los monos carayás son especialmente sensibles a la fiebre amarilla. En ellos la infección se manifiesta en forma aguda y tiene una alta mortalidad. “Son una especie centinela porque advierten que la enfermedad está presente en la zona y hay que vacunar a la población”, destaca la veterinaria.
“Actualmente estamos tomando muestras para fiebre amarilla, dengue, y también coronavirus, algo que aún no se ha estudiado y queremos conocer si la Covid-19 también afecta a los monos”, señala la investigadora.
Su grupo forma parte de un equipo más grande en todo el país que realiza vigilancia epidemiológica en distintas especies de mamíferos que también son centinela, como ciervos, zorros y murciélagos. “No se puede hacer un seguimiento de todas las especies, pero estudiando a aquellas que son centinela podemos conocer la salud del ambiente, bajo el concepto de una sola salud: humana y ambiental”, explica.
“Hemos afectado e invadido el territorio natural de otras especies, y tenemos que aprender a convivir con ellas. Esto implica respetarlos, no acercárseles ni alimentarlos. Los monos carayás no comen bananas y rara vez comen frutas. Ellos se alimentan de las hojas de los árboles y viven felices en el monte. El tema es que estamos destruyendo el monte, y al poner en riesgo a esta especie y su hábitat, nos estamos poniendo en riesgo nosotros”, advierte la investigadora.
Fuente: Gabriela Ensinck de la Red Argentina de Periodismo Científico – Producción de Télam-Confiar, una plataforma con información especializada en ciencia, salud, ambiente y tecnología (www.telam.com.ar/confiar).