LOS TURISTAS QUE NOS VISITAN lo primero que piden, preguntan, desean es COMER UN DORADO O UN SURUBÍ A LA PARRILLA. O empanadas de pescado, Pacú al horno; un buen chupín. El Gran Rio también es el sustento de cientos de familias ribereñas, (mis amigos los isleros) que, como los panaderos sacan sacan del horno “el pan nuestro de cada día”, los pescadores, con sus botecitos, canoas, surcan las aguas morochas, mañana, tarde y noche, buscando “el pique”, para tener una buena pesca, hacer unos mangos y asi sostener a su familia. Gente curtida los pescadores (una raza especial, silenciosos, de poca charla, otros más dados, de esos que cuentan historias propias y ajenas; ciertas o imaginarias). “Poriahú” (pobres) en su mayoría.
De padres y abuelos pescadores, sus hijos ya de gurises limpian los botes, reparan las redes ayudan a sus padres. Un oficio que se hereda. Así como los tenaces gringos y criollos del Chaco Adentro sacan de la tierra caliente el algodón, el Oro Blanco, entre otros cultivos (si el tiempo acompaña,: si “hay seca” no se puede sembrar, si llueve en demasía. se inundan los campos, se funde la cosecha.) De igual forma, los pescadores ribereños dependen de las bajantes y crecientes para poder cosechar los frutos de las aguas ariscas y bravas del Gran Río.
LOS PESCADORES SON COSECHEROS DE RIO.
Y el turismo regional que también lo une, sin dudas. De las reconocidas playas correntinas (de arenas blancas, aguas claras, mujeres bellas); las excursiones de pesca en la ribera chaqueña. Y las distintas fiestas que “lo homenajean” en cierta forma. En nuestra isla del Cerrito, en “El Paso”, El festival del Río, en Paraná, Entre Ríos, la Fiesta Nacional del Surubí, en Goya, entre otras. Turismo, Deporte y Cultura. El Río y la Gente. La naturaleza y el ser humano.
El mismo rio que sale de las canillas de todos nosotros cada día, al despertar. De un lujoso chalé y de una casita de Vivienda. De la canilla comunitaria de un Nuevo Asentamiento. Para beber, para el aseo, para cocinar, regar las plantas, aliviar el intenso calor. Tiempos bravos estos. En el sur el fuego arrasa con los bosques que tardan décadas en crecer. Aquí en el Nea una seca que lleva ya casi dos años. Y la maldita pandemia que nos quiere volver a quitar el irremplazable “abrazo enchamigador”, un apretón de manos, un beso afectivo. Y efectivo.
Ojalá que pronto el Gran Río vuelva a ser, como lo bautizaron nuestros ancestros, los tupí guaraní, PARANÁ (“PADRE DE LAS AGUAS) y con su abundante caudal se lleve “todos los males”; y como todo Padre nos proteja, calme la sed, riegue la siembra; serene el alma de nosotros, sus Hijos Naturales.
* (El autor es periodista cultural, político y social. Escritor y poeta. Difusor Cultural. Columnista permanente de Diario Norte. Colaborador de NOTICIAS DEL PARANÁ).