La luna amarilla, casi llena, flotaba sobre el monte seco. El espejo retrovisor enmarcaba al sol, rojo, desapareciendo en el monte. La camioneta se sacudía dentro de una nube de arcilla en polvo, avanzando sin pausa por caminos que atraviesan El Impenetrable, abriendo heridas, uniendo gente. Había salido esa mañana desde Salta y tras nueve horas de viaje, el GPS indicaba que mi destino estaba a diez minutos: Paraje La Armonía, situado próximo al portal de acceso al Parque Nacional El Impenetrable en la provincia de Chaco, Argentina.
Fundación Rewilding Argentina me invitó a participar en un viaje en kayak en el río Bermejo, para relevar unos 120 kilómetros del sinuoso río y reconocer el territorio donde podrían diseñarse experiencias de turismo aventura en este incipiente y maravilloso destino.
Al llegar me recibió Joanna, lugareña de La Armonía, quien junto a su familia están incursionando en actividades vinculadas al turismo de naturaleza, para acompañarme hasta las carpas “El Bermejito”. La seguí caminando sobre senderos que serpentean entre chañares, algarrobos y yuchanes. Me esperaba un lujo clásico con reminiscencias africanas y una impronta de artesanos locales. Puro buen gusto. Después de una necesaria ducha, me relajé en mi cama y, desde una comodidad absoluta, disfruté del monte bañado de luna.
Al día siguiente llegaron los otros participantes de la expedición y, después de un rico almuerzo preparado por las mujeres de la comunidad de La Armonía, partimos en dirección noroeste en camionetas cargadas con provisiones, kayaks y gente contenta. Después de recorrer unos 100 kilómetros armamos nuestro primer campamento, a orillas del río Bermejo.
Cocinamos y cenamos mirando las aguas, que son mansas durante agosto, mes de la Pachamama, tiempo de sequía en las cumbres andinas donde nace el Bermejo, a unos 800 kilómetros de donde estábamos. Durante los próximos días veríamos evidencias de la fuerza de este río de arcilla y agua roja, que amontona árboles gigantescos contra la costa como si fuesen palitos chinos durante la temporada de lluvias estivales. El río Bermejo es uno de esos lugares donde la naturaleza se impone, indomable. Al Bermejo no se lo controla ni se lo entiende. Se lo admira y respeta. Hay que pedirle permiso antes de adentrarse en su corriente de agua y barro, para fluir dentro de su fuerza impredecible. Es fantástico.
Durante los próximos cuatro días vivimos alejados de la urbanidad y nos conectamos con la naturaleza, quien impuso su ritmo y sus tiempos. Nuestro grupo de diez aventureros fue guiado de manera magistral por el equipo de Pura Vida Ecoaventura. Desde mi lugar de guía de aventura y creadora de experiencias turísticas, disfruté al no tener que ocuparme de nada sabiendo que los detalles de logística y seguridad estaban cuidados.
Los días fluían al ritmo impuesto por el río. Remábamos a la mañana, después de haber desayunado mirando el amanecer. Parábamos para almorzar en alguna playa de arena. Darío Sorarire, experto lugareño que nos acompañaba en el bote de apoyo, nos enseñó a identificar huellas de oso hormiguero, aguará-guazú, lobito de río, tapir, puma, yabirú, cuatí, pecarí de collar, pecarí labiado, nutria gigante y también vimos las huellas de Qaramta, el yaguareté que caza en estas tierras.
No solo vimos huellas. Desde nuestro lugar, remando en silencio en el río, estábamos como en la butaca de un anfiteatro, pudiendo observar en su estado natural un oso hormiguero, piaras de pecarí labiado y de collar, un tapir que nadó frente (y entre) nosotros, carpinchos, yacaré y una bandada de jabirú multitudinaria. Todos estos animales son cautos y la presencia humana aún los altera, dado que, tristemente, la caza es una práctica habitual en la región chaqueña.
La última noche de campamento estuvo llena de risas y de historias divertidas, mientras rememorábamos los eventos de los días pasados: cocinar junto al río, dormir mirando la luna, despertar con los sonidos del monte, bañarnos en el río cálido, remar con la corriente, contra el viento o sin viento sobre aguas tranquilas, charlando o en silencio mirando un tapir nadar entre nuestros kayaks. Durante los cinco días de expedición el monte nos regaló naturaleza y vida. Y el río nos permitió fluir dentro de su sintonía, abrazándonos, generoso. Hoy somos más sabios, y más humildes. ¡¡Gracias río Bermejo!!