La convocatoria está destinada a las y los chaqueños de entre 13 y 24 años. Las bases están disponibles en cultura.chaco.gob.ar, y las y los interesados pueden inscribirse accediendo al formulario virtual. La iniciativa forma parte de la propuesta Desde Casa que busca promover la cultura del cuidado durante la emergencia sanitaria actual propiciando plataformas que fortalezcan y visibilicen la cultura digital.
Nicolás Amarilla tiene 24 años y es uno de los referentes de la movida. “Este es un arte que intenta evitar las violencias. Si bien hay batallas en que los competidores pueden llegar a decirse de todo, nosotros decimos siempre que lo de arriba del escenario es solo un personaje. Ver a dos personas batallando entre sí debe ser un atractivo para la gente y no una muestra de agresión. Abajo del escenario está todo bien, no hay conflicto con eso”.
Por su parte, Fernando Laurino, integrante del equipo de producción de Casa de las Culturas y que viene hace tiempo trabajando con los jóvenes, comentó: “desde su inicio, el Rapeale fue planteado de manera mixta para puedan participar varones y mujeres, y se fue ampliando a las identidades no binarias. El rap generalmente muestra una fuerte ideología, que se refleja en sus letras; aparte, el movimiento feminista en esta etapa de la historia está generando una nueva conciencia en los jóvenes. Cuando los vemos y los escuchamos nos damos cuenta de que tienen otra cabeza”.
El Rapeale se enmarca en los programas Diversidad Cultural, que apunta a fomentar las relaciones de interculturalidad y a la inclusión y participación de las, los y les jóvenes a partir de la perspectiva de las juventudes libres; y Territorio Cultural, que tiene como finalidad la federalización de los derechos culturales.
Hablar, improvisar, luchar
A los adolescentes se los suele juzgar de que leen poco, o que directamente no leen. Ante esto, habría que preguntarse cómo se construye este arte que se apoya en la oralidad. “Nos pasó en algunas ediciones del Rapeale de sorprendernos con la capacidad de estos jóvenes para narrar historias. Y debemos tener en cuenta que son segundos los que tienen para improvisar; tienen 30 o 40 segundos para esbozar su idea. Es sorprendente esa velocidad. Eso en lo literario es sorprendente. En este ámbito, el del freestyle, ellos se preparan muchísimo para las competencias”, contó Laurino.
“Leer es muy importante a la hora de batallar o enfrentarte en un freestyle. Eso te da un amplio vocabulario a la hora de improvisar. El estar bien informado te ayuda a que sepas bien lo que vas a decir. Hay personas en este ambiente que suelen leer el diccionario para sacar palabras. Y eso hay que sumarle ver películas, ver documentales, cosas que te dan mucha información sobre tecnologías o historia”, sostiene Amarilla.
Quienes están inmersos en esta cultura la ven como una eficaz herramienta para combatir enfermedades sociales. Así lo explicó Nicolás Amarila: “para construir un Estado no violento siempre hay que enfocarse primero en los adolescentes, y más en esos adolescentes que están en viviendo en la calle o que consumen drogas de forma peligrosa. Y así poder soltar toda esa bronca y esa frustración que uno puede contener. Por ejemplo, al freestyle hay mucha gente que lo usa como una forma de descargarse, de sacar todo lo negativo, de combatir las depresiones. Y el Estado puede hacer mucho en esto, dando espacio a esa gente y ayudando a organizar estos encuentros. El rap es un lugar para sentirse mejor, de forma sana”.
“Esta cultura tiene varias vertientes, una es el freestyle, que es la más importante en este momento de la historia. Ellos son como una hermandad a la hora de llevar adelante sus proyectos y actividades. Hay un debate ideológico, una ida y vuelta de ideas, y a veces el vocabulario se tensa, pero no pasa a más. Igual, están trabajando para revertir eso. Al menos es la idea desde acá: trabajar más en el mensaje y no tanto el insulto”, aclaró Laurino sobre este punto.
Una historia de la opresión
Lo que se conoce como generación hip hop fue ampliamente documentado por el periodista y crítico musical Jeff Chang en su libro Generación Hip-Hop. De la guerra de pandillas y el grafiti al gangsta rap (traducido y editado en Argentina por Caja Negra), material de lectura recomendada para quienes quieran excavar en el tema.
Es innegable que el hip hop, semilla del freestyle y el rap en todas sus variantes, tiene un origen rebelde y de denuncia de las clases oprimidas, especialmente de la población negra en Estados Unidos. Fue y sigue siendo el camino a través del cual millones de jóvenes pudieron dar curso a sus voces, tornándose una forma de expresión de la cultura popular globalmente extendida.
Según cuenta Chang, a fines de los años ‘60, en el South Bronx (un barrio negro de Nueva York) prevalecía el alto nivel de desempleo y el deterioro de las capas sociales. De allí emergieron las pandillas juveniles.
El hip hop no sólo se ciñó a la vida de la gente negra, sino también de otras minorías étnicas. Así, esta vertiente de resistencia se conecta con el roots reggae jamaiquino de los suburbios de Kingston, por ejemplo.
Las comunidades pobres y las minorías seguirán siendo el punto de referencia de este movimiento, actualmente más profesional, industrializado y masificado por las discográficas globales. En definitiva, dice Chang, el hip hop abrió las puertas a cualquier persona de la calle que quisiera grabar música de gansta rap solo con un micrófono, una mezcladora y un sampler.