Desde la Dirección de Nivel Primario, a cargo de Marilyn Rolón, destacaron que la educación actual “exige una mirada sistémica e integradora de saberes y conocimientos, por lo cual se intenta analizar y reflexionar sobre las prácticas educativas que vinculan saberes de distintas áreas curriculares que pueden ser desarrolladas en el marco de una huerta escolar, pensada como un espacio pedagógico”, y que “la huerta como propuesta pedagógica se da para todos los docentes de Nivel Primario en sus diferentes ciclos y modalidades, posibilitando enfoques y planteamientos pedagógicos innovadores”. En este sentido, este material, como recurso didáctico, sirve de apoyo y complemento interdisciplinario, constituyéndose en un espacio apropiado para el desarrollo de competencias psicosociales y para el abordaje de saberes transversales relacionados con Educación Ambiental, Educación para el consumo y la Soberanía alimentaria.
“La huerta escolar no puede ser un espacio aislado de las intervenciones pedagógicas que la escuela desarrolla, sino un proceso sistemático y organizado que involucre todas las disciplinas y saberes existentes. Por ello es imprescindible que el hecho educativo encierre estrategias didácticas para llevar a cabo los principios pedagógicos en donde los conocimientos teóricos se pueden comprobar y reforzar”, expresó Rolón, quien agregó que la huerta escolar debe ser considerada “como un lugar para aprender, enseñar, aplicar y compartir saberes, donde se vivencien y fortalezcan valores”, y que la misma “presenta oportunidades para el desarrollo del trabajo en grupo, permitiendo a los estudiantes la práctica de los conceptos de sociabilidad, cooperación y responsabilidad”.
“Es un instrumento pedagógico para el desarrollo de saberes específicos del área de Técnicas Agropecuarias, pero su abordaje requiere un alcance integral que atraviese todas las áreas curriculares y el Proyecto Educativo Comunitario. Es un laboratorio vivo que estimula el trabajo pedagógico dinámico, participativo inter y transdisciplinario”, señaló. Además, hizo énfasis en que “permite establecer una relación entre la teoría y la práctica, posibilitando un aprendizaje vivencial, significativo y socialmente válido, promoviendo investigaciones y debates sobre temas ambientales, alimentarios y nutricionales, así como también trabajo cooperativo, la solidaridad y la valoración del trabajo con otros, ya que compromete, motiva y moviliza a los estudiantes, al equipo docente y a la comunidad educativa toda; y fomenta la cultura emprendedora, ya que a través de la experiencia en la huerta, se aprende a generar proyectos, planificar, esforzarse y obtener resultados en forma organizada”.