Al ser avisados, los guardias en patrulla llegaron rápidamente al lugar y, al encontrar al ladrón en plena fuga, se desató una persecución que incluyó a los vecinos de la damnificada.
En un intento por escapar, el ladrón, al verse acorralado entre la patrulla de la G.U.M. y los vecinos, decidió abandonar lo robado y, de paso, dejó tirada la moto con la que huía. En su desesperación, se introdujo en una laguna cercana, pero su escape fue corto.
Mientras tanto, en la comisaría, un hombre se presentó acompañado de su sobrino para radicar la denuncia por el robo de su moto. El hombre explicó que su motocicleta había sido sustraída, pero lo que no esperaba es que en ese mismo momento, la mujer del Palmarcito que había sido víctima del robo, llegara también a la comisaría para formalizar su denuncia.
Y aquí es donde la historia da un giro inesperado. Al cruzarse en la comisaría, la mujer y sus vecinos reconocieron al sobrino del denunciante como el ladrón que había dejado la moto tirada. Al ser confrontado, el joven admitió que había pedido la moto prestada a su tío, para luego salir a robar.
Resultado: La moto fue secuestrada y el sobrino detenido. Así, un robo que parecía ser solo un simple delito terminó con un desenlace familiar digno de una novela de suspenso.
La historia continúa con el joven preso, el tío furioso y la moto secuestrada. .